Gett: El proceso de Viviane Amsalem

adam gai
Adam Gai
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7 min readApr 22, 2016

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escrito por Adam Gai

Directores y guionistas: Ronit Elkabatz y Shlomi Elkabatz

Actores principales: Ronit Elkabatz y Simon Abkarian

Fotografía Jeanne Lapoirier

Duración 1 hora 55 minutos

Año 2014

Coproducción franco-israelí

Una película que muestra la discriminación oficial que el Estado de Israel hace de las mujeres, cuando intentan divorciarse. Una discriminación basada en una concepción arcaica y todavía vigente de la condición de la mujer judía. Según el rito de la boda, el hombre “compra” a la mujer por una suma públicamente declarada. Ella pasa a formar parte de su propiedad y si el hombre acepta divorciarse, debe entregar el documento firmado de divorcio (gett) y decir, tal como está escrito en el documento, que acepta que la mujer quede libre para vivir con otro hombre. Elisha, el marido (Simón Abkarian), no está dispuesto a que su mujer Viviane (Ronit Elkabetz) tenga la posibilidad de reiniciar su vida amorosa con otro. Parece amarla, pero su amor es posesivo, linda con lo enfermizo y para nada tiene en cuenta los sentimientos de su pareja. Todos los hombres que van a dar testimonio en el juicio, justifican su negativa y aunque, tal como se desprende de sus discursos, no amen ni sean amados por sus esposas, pues la sujeción de ellas les es necesaria y obvia; su mundo social, y religioso lo impone. La apariencia es la verdad.

La acción transcurre en un tribunal religioso que es el único autorizado para casar y divorciar — no hay en Israel registro civil. El espacio de la sala de juicio es inhóspito, desagradable, como el aula de una escuela descuidada, con paredes blancas y puerta azul de una neutralidad agobiante. El abandono del lugar se hace evidente al verse en una de las sesiones unos trapos en el piso al fondo de la sala para absorber, aparentemente, goteras del techo en un día de lluvia. Todo transcurre en la sala de juicio, fuera de breves escenas en el corredor de espera y en una salita en la que los esposos, cada uno separadamente, contemplan el mundo exterior a través de una ventana sucia que apenas deja ver el movimiento en la calle. La casa del matrimonio, la sinagoga en la que él reza, la peluquería donde la mujer trabaja o la pieza en la casa de su hermano donde ella vive desde que se ha ido de su casa, no son mostradas, sino sólo recordadas por los personajes en sus testimonios. El “racconto”es puramente oral.

Gett es la última parte de una trilogía que se inició con Y tomaste mujer. (2004) El título de esta película evoca una frase bíblica reiterada; por ejemplo, en Génesis 24.4, Abraham ordena a un criado buscar mujer para su hijo: “irás a mi tierra y a mi parentela y tomarás mujer para mi hijo Isaac”. El título de la segunda parte de la trilogía: Siete días (2008), apunta a la obligación religiosa de permanecer junta la familia de la persona fallecida, durante los siete días de duelo. Viviane y Simon son el foco de la acción en las tres películas. La primera de ellas comienza con una escena donde los hermanos varones de Viviane — como en ronda con una prisionera en el centro — tratan de convencerla de que no se separe de su marido.

En la tercera parte, Gett, el abogado que la defiende, Carmel Ben Tovim ( Menashe Noy) intenta justificar ante los jueces la petición de divorcio, alegando que Viviane había sido dada en matrimonio cuando tenía sólo quince años. Después de veinte años de matrimonio fracasado, ella quiere liberarse, pero su iniciativa no es suficiente.

El juicio continúa durante tres años, con intervalos que a veces se extienden durante meses enteros. En un principio el tribunal obliga a Viviane a volver a convivir con su marido para intentar una posible reconciliación, antes de presentar una nueva demanda. El intento fracasa y luego, repetidas promesas de consentimiento por parte del marido, serán infringidas por él en sucesivas sesiones ante la corte o con premeditadas ausencias después de ser convocado.

Fuera de los litigantes, los tres jueces (todos hombres) y los representantes de las partes (también hombres), nadie puede estar presente, salvo los testigos, quienes comparecen cada uno por separado, a excepción de uno de los testigos, el vecino Simo Aboukasis (Zeev Revach) , que se resiste a dejar la sala mientras su mujer, Donna (Dalia Beger) atestigua.

Pequeños detalles, acentúan el rango inferior de las mujeres llamadas a dar testimonio. Una testigo, Evelyn (Evelin Hagoel) da un beso a Vivian, al entrar y los jueces le reprochan su actitud. Cuando Vivian desata su cabellera recogida, en un momento de hartazgo por lo que se está debatiendo en su contra, uno de los jueces, la llama al “orden.”

En la sala del juicio, los testigos no ocultan sus prejuicios y contradicciones. Los hombres están siempre a la defensa del marido, incluso el hermano de Viviane quien en un principio parece dispuesto a defenderla para luego señala que para él (y para su comunidad) el divorcio, en las condiciones dadas, es un acto inconcebible. El subtítulo de la película: El proceso de Viviane Amsalem sugiere que la demandante cumple un rol de infractora de las normas al requerir su libertad y es más bien ella la procesada y no su marido. La cuñada, Teresa (Robi Porat- Shoval) que se presenta como defensora de Viviane — en una de las pocas escenas humorísticas de la película — , va a declarar finalmente que no conviene que una mujer se divorcie pues entonces será mal vista por la sociedad a la que pertenece y, además, sus amigas se alejarán de ella porque se supone que una mujer libre puede quitarles a las casadas sus maridos. Las argumentaciones de los testigos son a veces absurdas, pero el tribunal, constituido por tres rabinos ortodoxos, las acepta casi sin objeciones. Ellos también están atrapados por la inflexibilidad de la ley y sus propios prejuicios. Cuando, por ejemplo, Evelyn intenta resueltamente defender a Vivian, la corte la obliga a decir cuál es su estado civil y descalifica su testimonio por el mero hecho de que la testigo es soltera. La misma interrogación no pertinente se hace al abogado de Viviane. Para los jueces, la condición de soltería es un rasgo de incapacidad.

Los directores (Ronit Elkabetz y su hermano Shlomi) han señalado en un reportaje que su objetivo principal era hacer una película que acentuara más el aspecto documental que el estético y que los recursos técnicos empleados debían ajustarse a la representación de una sala de juicio tal como se la conoce en la realidad. A pesar de adoptar las convenciones del género realista, la película rompe a veces la convención, cuando pretende exteriorizar lo que le ocurre a los personajes principales. La tortura psíquica que sufre Viviane durante los tres años que dura el juicio no se manifiesta solamente en sus protestas y declaraciones En ciertas escenas, hasta el color de las paredes de la sala, adquiere un tinte gris y a veces azulado, como en consonancia con distintas fases del padecimiento de la protagonista. El decorado y los objetos parecen por momentos diluirse. En una de las escenas en primer plano de Viviane en la que ella denuncia el tratamiento humillante de su marido, el fondo es de color negro y no se ve el espacio físico en que está inserta. Hay otra escena que parece estar fuera del lugar y del tiempo, porque no se ajusta a secuencia anterior o posterior. En ella un primer plano del rostro de Viviane ocupa toda la pantalla, durante un largo momento en el que no hay palabras, la cámara se concentra en las expresiones de la mujer que reflejan sucesivamente seriedad, amargura, desafío y una enigmática sonrisa. Es esta la única escena acompañada por un fondo musical.

La película es un constante debate en el que se vuelve repetidamente sobre los mismos cuestionamientos. Los silencios, que son mínimos, están cargados de tensión. Son frecuentes los contrastes: se pasa del grito al silencio, de la declamación al tono bajo. Las pausas parecerían permitir a los personajes pensar de una manera distinta a la que manifiestan en sus declaraciones, para luego volver a sus posiciones inalterables. Por ejemplo, después de que Viviane, interrogada violentamente sobre las relaciones sexuales con su marido, da cuenta de la insensibilidad de su pareja, se hace un silencio en la corte y hasta el hermano de Elisha, el acusador más ferviente de Viviane, pareciera conmoverse, pero recupera seguidamente su tono de voz colérico y avasallante.

En la película, abundan de los monólogos, los personajes ocupan puestos fijos, de pie o sentados, hay escasos movimientos por la sala. Esa tendencia al estatismo le confiere visos de teatralidad.

La cámara va a adoptar siempre el punto de vista espacial de un determinado personaje. En la escena final, la cámara, como asumiendo el punto de vista espacial de los espectadores, enfoca la marcha paradójica de Viviane a su libertad, conseguida a costa de esa misma libertad. La cámara “corta” a la mujer, al tomar un primer plano de las piernas, mientras ella camina, no sabemos con certeza adónde Luego se abre la puerta de la sala del juicio, ella entra, la puerta se cierra y el espectador es enfrentado a una total oscuridad.

La interpretación de todos los actores y actrices es excelente y se distinguen las actuaciones de Alkabetz y Abkarian. La actriz despliega un talentoso manejo de la mirada, de los tonos de voz, de gestos tempestuosos y de desesperación. El actor, en contrapunto, se vale de recursos minimalistas para expresar su extraño amor y su furia.

La película recibió el premio a la mejor película israelí del año 2014, fue presentada en varios festivales, entre ellos los de Cannes y Toronto y fue nominada para el Oscar a la mejor película extranjera.

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